5 ELEMENTOS PARA TRIUNFAR

Es necesario indicar que las siguientes líneas deben ser tomadas como un lectura con algo de semiótica y sobre todo con un objetivo totalmente cultural, es decir, nada debemos llevarlo literal, ni al extremo.
Entrando en materia, podemos considerar que en la Edad Media el éxito era simple, se nacía noble, se obedecía a D´os y con algo de suerte, se moría en batalla o en paz, después de financiar una iglesia; hoy, sin embargo, el éxito se ha secularizado, se ha pseudo – democratizado, o al menos eso creemos.
El triunfo —ese concepto moderno que mezcla visibilidad, riqueza y autoridad sin necesidad de canonización— parece tener sus propias condiciones, como si se tratara de un código secreto que alguien escribió y luego filtró por error en una charla TED que encontramos en la red.
Si hoy nos acompañaría Jean-Paul Sartre, tal vez nos diría que triunfar es una condena que puede seguir pasos.
Tal vez Umberto Eco nos explicaría que el triunfo radica en un espíritu con gafas puestas y pluma afilada.
Pero independientemente de cualquier paradigma preconcebido, deseo compartir con ustedes, cinco elementos que, según gran parte del imaginario colectivo, son necesarias para alcanzar esas metas etéreas y escurridizas que nos llaman a “triunfar”, pero sin dejar de lado que siempre debemos proceder con un bisturí semiótico.
- Ser buena persona: la moral al servicio del humano, el marketing y los negocios
La bondad en nuestra época ya no representa una virtud o valor filosófico, y en la actualidad todo esto se lo hace tangible en lo que denominamos valor de marca; este valor de marca que ha cobrado un nuevo significado con la potenciación de una marca personal (más relevante), versus lo que puede tener una marca corporativa o de producto; ejemplo de esto es que muchas personas se sienten más atraídas por la marca que dejó Steve Jobs, en comparación a sentirse identificado con Windows.
Decir que alguien “triunfó porque es buena persona” es tan redundante como afirmar que una manzana es roja porque tiene color, en realidad, en la sociedad del espectáculo —como la definiría Debord—, ser bueno no es condición para el éxito, sino que su narrativa se convierte en el barniz ético que hace digerible al ganador.
El héroe moderno debe ser ejemplar, pero no demasiado; bondadoso, pero pragmático; empático, pero competitivo y si nos precipitamos un poco en sumar todo esto, sería una buena persona editada idealmente para Instagram.
- Sumar, restar, multiplicar y dividir: la aritmética del éxito
En el renacimiento, el saber matemático era un puente hacia lo divino, hoy, saber sumar y dividir son herramientas para no ser estafado por tu socio o tu contador.
Al parecer estas operaciones básicas son, sin embargo, las estructuras fundamentales de la lógica operativa del mundo actual, es decir, se suma valor, se restan riesgos, se multiplican contactos y se dividen culpas.
Entonces podríamos concluir que dominar estas operaciones no solo nos permite dominar las finanzas, porque también nos permite dominar la narrativa de la eficiencia, y como sabemos, en el mundo actual, el ser eficiente es más importante que ser sabio.
- Idiomas: las llaves del imperio
Podemos considerar que Babel ya no sería un castigo, debemos verlo como una oportunidad real, por lo que hablar idiomas no solo amplía horizontes culturales, también multiplica mercados, en donde un políglota del siglo XXI no es un sabio viajero, sino un vendedor global. Así podemos ver como el inglés te puede abrir las puertas en Silicon Valley; o el mandarín en el continente asiático y no podemos olvidar el español en América Latina entera.
Pero ojo, no se trata de comprender a los otros, sino que demos hacernos comprender en todos los idiomas, no solo al hablar, esto aplica a los idiomas como el del dinero, del algoritmo, o un pitch para presentar tu negocio.
- Sociabilizar: el arte de parecer humano
Aristóteles decía que el hombre es un animal político, hoy diríamos que el humano debe ser un animal del networking.
Sociabilizar en tiempos de LinkedIn o del after office, no es formar comunidad, sino construir alianzas útiles, contactos estratégicos, y relaciones suficientemente cálidas como para recibir apoyo, pero no tan cercanas como para implicarse emocionalmente.
Muchas veces podemos pensar que el éxito se mide por la cantidad de personas que asisten a un evento y que luego logras que te etiqueten.

- Suerte: un comodín del narrador
En toda epopeya hay un elemento aleatorio que el héroe no controla, siempre podemos apalancarnos de una estrella favorable, una señal del cielo, una diosa que interviene o en nuestro caso podemos llamarlo “SUERTE”; pero jamás debemos perder de vista que la suerte es, en realidad, un resultado del encuentro entre la preparación y la oportunidad, que ambas se alinean y se fusionan en un momento preciso.
La suerte es lo que separa al que hizo todo bien y fracasó, del que improvisó y ganó; pero esto no sería razonable, más sí es un factor necesario para que un relato sea creíble, en que todo triunfador necesita su momento de azar providencial para llegar a la cima.
De hecho, siempre debemos considerar que la suerte es lo que convierte una estrategia en destino, o como algunos filósofos lo describen, un héroe nace el momento en que una desgracia sucede y él se encuentra el momento adecuado para salvar el día.
Epílogo necesario
Podríamos decir que estos cinco elementos son un nuevo pentateuco del éxito moderno, pero como todo canon, todas estas se encuentran plagadas de contradicciones, excepciones e interpretaciones.
En última instancia, el triunfo no estaría en cumplirlas todos estos elementos, sino en saber narrarlas bien; porque como enseñó Borges “Somos lo que contamos que somos…”.
Tal vez en el mundo vertiginoso y acelerado actual, muy en el fondo creemos que el triunfar no solo es el parecerlo en el mundo digital, ya que vivimos en una sociedad donde el fracaso no es una opción sino una sentencia, en donde la utilidad es la medida de la existencia, y el éxito la nueva religión del individuo moderno, por lo que triunfar se ha convertido en el único camino aceptable.
